Muchas horas de reunión (y más aún de trabajo previo) para llegar a un acuerdo en el que se pretende equilibrar los aspectos económicos y los medioambientales. Se trata de asegurar tanto la rentabilidad de agricultores y ganaderos como la sostenibilidad ambiental de las actividades que estos realizan. Las herramientas con las que pretenden lograrlo son la ayuda básica a la renta y el refuerzo de la "arquitectura verde" principalmente a través de la figura de los "ecoesquemas". Quedaos con estas dos expresiones porque las vais a oír mucho en un futuro próximo.
Admitámoslo, la nueva PAC quiere ser más ambiciosa todavía a la hora de enfrentarse a los problemas medioambientales y climáticos. Busca presentar el sistema productivo agrario europeo como un modelo diferenciado en los mercados internacionales, lograr el reto de producir alimentos con menos recursos y además cumplir con los compromisos internacionales suscritos en materia medioambiental.
Esta ambición se traduce en la llamada arquitectura verde de la PAC. El sistema actual (que ya explicamos brevemente en esta entrada) en primer lugar exige a todos los receptores de ayudas/fondos el cumplimiento de una serie de normas básicas, es la denominada condicionalidad. También incluye las medidas de "greening" en el primer pilar y numerosas medidas de carácter ambiental amparadas bajo los programas de desarrollo rural en el segundo pilar. Una de las novedades de la arquitectura verde es que refuerza la condicionalidad, es decir pasa a exigir a todos los perceptores de ayudas el cumplimiento de más normas básicas en materia de buenas prácticas agrarias y medioambientales, salud pública, animal y vegetal y bienestar animal. Nada menos. No descartaría que muchos agricultores la consideren como el "palo" de la nueva PAC.
La "zanahoria" serían los ecoesquemas, la figura estrella de esta nueva arquitectura verde, que por cierto ha supuesto el principal escollo en las negociaciones. Dado que la condicionalidad reforzada ya incorpora el "greening", éste desaparece para dar paso a los citados ecoesquemas. Se trata simplemente de pagos anuales directos (que se otorgan por hectárea o cabeza de ganado) a los agricultores que acepten compromisos medioambientales que vayan más allá de la condicionalidad reforzada. Será responsabilidad de los Estados miembros decidir cuántos van a desarrollar, su contenido y el presupuesto que asignarán a cada uno.
En España, desde el Ministerio de Agricultura se han propuesto una serie de ecoesquemas tras identificar las áreas donde se debe y puede incidir (se pueden consultar aquí). Estas áreas o acciones a incentivar serían las siguientes: pastoreo extensivo, implementación y conservación de cubiertas vegetales vivas en cultivos, lucha contra la erosión, incorporación al suelo de restos de poda en cultivos leñosos, implantación y conservación de márgenes, islas de vegetación, corredores multifuncionales, rotaciones con cultivos mejorantes, aplicación de planes individuales de fertilización y de uso sostenible de productos fitosanitarios y por último la participación en programas de valorización energética de estiércoles y biomasa de origen vegetal. Los pagos podrán complementarse (“top up”) con otros pagos o “pluses” en determinadas circunstancias; una muy habitual es que estas acciones se lleven a cabo en zonas de la Red Natura 2000.
Es posible que los eco-esquemas recuerden en su filosofía y temática a las medidas agroambientales. La diferencia fundamental es que estos se plantean como pagos incentivadores, son de carácter anual y buscan un impacto territorial mucho más amplio.Pero, realmente, para conseguir animar de verdad a los agricultores, y a cualquiera con dos dedos de frente, además de buenas intenciones hay que hablar de recursos económicos. Para ello, se reservará al menos el 20% del presupuesto del primer pilar para destinarlo a estos eco-esquemas que podrán aplicarse a partir de 2023, con la entrada en vigor de la nueva PAC. Se prevén dos años, denominados “de aprendizaje", para que los Estados Miembros vayan poniéndolos en marcha e intenten animar al mayor número posible de agricultores y ganaderos, ya que en este periodo los fondos que no se utilicen podrán destinarse a otras intervenciones particularmente a la ayuda básica a la renta.
De todas maneras todavía no está todo dicho. Ahora queda negociar los detalles con el Parlamento y la Comisión Europea. Y una vez salga el acuerdo caliente de Bruselas, tocará la difícil tarea de buscar de nuevo el equilibrio entre las aspiraciones de nuestras comunidades autónomas. Así que habrá que ver cómo queda ese reparto y si esta “zanahoria” que ofrecen es lo suficientemente atractiva.