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El crotal electrónico: ¿avance o capricho?

Identificar al ganado no es nada nuevo; desde siempre los ganaderos han buscado marcar a sus animales. Lo que sí ha cambiado es el motivo y la forma.

Ya no se trata solo de demostrar propiedad o distinguir ejemplares valiosos, sino de gestionar el rebaño, controlar la sanidad animal y garantizar la trazabilidad. Y ahí es donde entra en juego la tecnología: crotales, bolos ruminales, microchips… herramientas que ofrecen más información sin necesidad de dañar al animal.

Cada sistema tiene sus ventajas. Por ejemplo, los collares electrónico funcionan muy bien con vacas lecheras o pastoreo con GPS, pero no aseguran una identificación fiable en el matadero. La trazabilidad es clave en Europa, y aunque el Reglamento (UE) 2019/2035 deja en manos de cada país cómo gestionar esto, España ha decidido imponer el uso del crotal electrónico a partir del 30 de junio de 2025.

¿Qué es y qué ventajas ofrece?

El crotal electrónico es básicamente un pendiente con chip RFID que se coloca en la oreja izquierda del animal, mientras que en la derecha sigue llevando el crotal tradicional visual. Este chip no emite señales por sí solo, sino que necesita un lector para activarse.

Gracias al chip, los datos del animal se pueden registrar de forma automática y sin errores, evitando problemas por transcripciones manuales o limitando la posibilidad de fraude. Todo esto se conecta con registros ganaderos (REMO, REGA o SITRAN) haciendo más fácil llevar el control sanitario y administrativo. Además, puede ayudar en bioseguridad, impidiendo por ejemplo que animales silvestres accedan a los comederos o bebederos del ganado.

Y si el ganadero usa un software de gestión, el lector RFID puede facilitar muchísimo el trabajo: ver tratamientos, estado de salud, historial reproductivo... todo con un clic (si se aprende a manejar antres).

Entonces, ¿cuál es el problema?

Lo primero: no todas las explotaciones son iguales. No podemos comparar una granja de leche, con una explotación extensiva de vacuno de carne, ni esta con un cebadero. Y ahí está el primer inconveniente. Cuando el animal nace, hay que ponerle los dos crotales (visual y electrónico), lo que eleva el coste de menos de 1 € a entre 3 y 5 € por cabeza. Y eso sin contar el lector (400 a 2.000 € según las prestaciones), las antenas o el software.

El segundo gran problema: si el animal pierde el crotal (algo habitual en campo abierto), no se puede mover de la exploración hasta que se le ponga uno nuevo, con todo lo que eso implica en términos de logística, tiempo y dinero.

Además, la tecnología aún está en desarrollo. No basta con poner el chip y esperar que todo funcione. Para sacarle partido, los fabricantes de software y equipamiento ganadero deben avanzar en sincronizar sus sistemas. Si el crotal no se integra bien con básculas, puertas y comederos automáticos, podómetros, robots de ordeño, etc., el beneficio se diluye.

¿Y quién gana con esto?

Otra crítica del sector es que los beneficios no están equilibrados. El ganadero que cría terneros asume los costes iniciales sin obtener una contraprestación clara, mientras que cebaderos y mataderos se encuentran con la inversión ya hecha. Para estos, adoptar tecnología es parte de su estrategia de rentabilidad, así que la implantación del crotal les encaja perfectamente. Otra clara beneficiada es la administración, que ve reducida su carga burocrática tal como reconoce un interesante informe de la Comisión Europea.

¿Y el consumidor?

Aquí entra otro punto importante. Se busca que el sistema dé más confianza al consumidor final, pero… ¿está dispuesto a pagar más por ello? Probablemente no. Entonces, si no hay una compensación ni una demanda clara del mercado, ¿por qué imponerlo?

En resumen

El crotal electrónico tiene potencial para mejorar a la hora de modernizar la cadena de valor. Pero, para que realmente se aprecien sus ventajas todo el sector debe trabajar en conjunto.

Se pretende que el primer eslabón de la cadena asuma proporcionalmente más costes para implantar algo que podría simplificar el trabajo, pero que no supone un beneficio directo inmediato, sino más bien al contrario. Entonces, ¿se  va a compensar ese esfuerzo a los pequeños o medianos ganaderos de extensivo o va a suponer un palo más en la rueda? Mientras estas preguntas no tengan una respuesta clara, las organizaciones agrarias, tienen claro que la adopción del crotal electrónico debería ser voluntario.

El regadío tiene un papel crucial en la producción de alimentos, especialmente en países del entorno mediterráneo como España. Aunque solo representa el 22,5% de la superficie cultivada, este sistema aporta el 65% de la producción final agraria española, clave para la seguridad alimentaria, la industria y la exportación agroalimentarias. Sin embargo, el agua es un recurso productivo singular: siempre presente en el ciclo hidrológico, pero no necesariamente disponible cuando y donde se necesita. En un contexto de creciente sequía y estrés hídrico, como ocurre en nuestro país, es imprescindible garantizar su disponibilidad. Las dos estrategias clave: almacenar la mayor cantidad de agua posible y ahorrar hasta la ultima gota.
Antes que nada, conviene aclarar que la normativa considera “jóvenes” agricultores a aquellos con edad comprendida entre los 18 y 40 años; antes eran 35 años, pero la sociedad envejece y en el campo más aún.
Con el fin de año llegan las listas, recopilatorios y repasos varios, y desde “Somos Nuestra Tierra” no vamos a ser menos.