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Cultivos emergentes, ¿nuevas opciones para recuperar la rentabilidad agraria?

Seguro que conocéis la expresión "si la vida te da limones, haz limonada" . Hace poco alguien me habló de los llamados cultivos emergentes, y por raro que parezca me vino inmediatamente a la cabeza justo ese mantra del pensamiento positivo. Os cuento la razón.

Los cultivos emergentes, también conocidos como cultivos alternativos, son aquellos que además de ser de reciente introducción, tienen una importancia creciente en el sistema agroalimentario. Aunque, realmente en un país como España tan diverso y cada vez más sujeto a los cambios del clima, se da la situación que un determinado cultivo puede ser tradicional en una zona y emergente en otra. Es el caso por ejemplo del aguacate, que hace ya muchos años fue emergente en la costa malagueña y granadina y ahora lo es al sur de Galicia. También ha ocurrido lo mismo en esta comunidad autónoma con el kiwi y el vino en la Ribeira Sacra o con el caqui (Persimon) en Valencia.

También puede darse el caso de cultivos que se sembraban hace mucho tiempo, se abandonaron por su baja rentabilidad o la falta de mercados, y vuelven a suscitar interés ya sea por motivos ambientales o por una demanda que ha vuelto a crecer gracias al desarrollo de nuevas salidas comerciales o a la aparición de nuevos usos. Quizás el caso más representativo sea el del almendro, aunque es posible que los mayores recuerden cultivos de alazor o cártamo, emergente allá por 1958.

Otros sin embargo están en pleno proceso de aterrizaje en nuestras latitudes: la quinua, el pistacho, el cacahuete, la estevia, el aloe vera, el kumquat y otras frutas exóticas, la trufa, la soja, el lúpulo, el cáñamo industrial, la chía, el teff, la camelina, el trigo sarraceno... la lista es larga.

Todos estos nuevos cultivos, al igual que cualquier otro convencional, requieren que el agricultor previamente haya estudiado sus posibilidades de adaptación a las condiciones ambientales de la región, cuáles son los ciclos varietales y las técnicas de cultivo más adecuadas para que resulte rentable. En este sentido, hay que recordar que los beneficios pueden venir por el propio cultivo o por lo que este aporte en un régimen de rotaciones. O incluso a través de determinadas ayudas de la PAC, como es el caso de la camelina, una oleaginosa rica en proteínas que se destina a alimentación animal y a la producción de bioqueroseno.

Y es que muchos de estos nuevos cultivos reúnen dos rasgos que los hacen especialmente interesantes. Por un lado están los rasgos agronómicos: facilidad de adaptación a diversos climas y suelos, ciclos vegetativos compatibles con otros cultivos, facilidad para la mecanización y por lo general baja exigencia de insumos, ya sean agua, abono o productos fitosanitarios. Esto ocurre por ejemplo con la soja, la quinua, el teff o el trigo sarraceno.

La otra característica es su riqueza en componentes nutricionales acompañada a veces de cierto exotismo por su origen lejano, una combinación ideal que se convierte en el reclamo publicitario perfecto en una sociedad tremendamente preocupada por la salud y el bienestar físico. La variedad de presentaciones disponibles de estos nuevos alimentos es cada vez mayor - bebidas, postres, harinas, bollería...- y al mismo ritmo crece su demanda a nivel mundial.

¿ Y a cuento de qué viene la expresión de los limones que abre la entrada? Pues que en el contexto actual de falta de rentabilidad de las explotaciones agrarias por mil y un factores externos, buenas son las alternativas, por raras que estas parezcan. Y si el nuevo consumidor no quiere trigo o azúcar porque dice que no alimenta porque es industrial o patrañas similares, pues se cultiva teff o quinoa, en ecológico si hace falta. Pero seguirán siendo los mismos agricultores, utilizando las mismas técnicas y conocimiento los que seguirán dando de comer a la gente. Ah, y para los nuevos aficionados a las cervezas "de autor" o también habrá cebada y lúpulo de km casi cero.

Eso si, como en todo cultivo con gran potencial, y para evitar males futuros, es conveniente que desde el principio el sector esté unido. Para los cultivos emergentes también son necesarias las organizaciones de productores, ya se ha demostrado con el lúpulo y las frutas tropicales. El trabajo en equipo permitirá ajustar la oferta a la demanda, seleccionar los productos que mejor se venden y comercializar mejor, de manera que se logre un equilibrio de mercado mucho más duradero. En definitiva, si hay que reinventarse y buscar nuevas vías, hagámoslo. Pero hagámoslo bien desde el principio.

Antes que nada, conviene aclarar que la normativa considera “jóvenes” agricultores a aquellos con edad comprendida entre los 18 y 40 años; antes eran 35 años, pero la sociedad envejece y en el campo más aún.
Con el fin de año llegan las listas, recopilatorios y repasos varios, y desde “Somos Nuestra Tierra” no vamos a ser menos.
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