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Mujeres emprendedoras en el mundo rural, de las palabras a los hechos

No corren buenos tiempos para la agricultura y la ganadería. La gente del campo ha acumulado tanto hartazgo y desesperación que ha ocupado con sus tractores las calles de las ciudades para hacerse oír de una vez por todas. Sin embargo, mientras iba cociéndose el descontento, ha aumentado el número de mujeres que se convierten en jefas de una explotación agraria o ganadera, 7.213 nada menos.

Emprendedoras en el armario / La invisibilidad femenina en el medio rural

De siempre ha habido mujeres en el campo español sacando adelante explotaciones agrícolas y ganaderas, pero por diversas razones han permanecido prácticamente invisibles, tanto a ellas como la labor que desarrollan. Una presencia indispensable en la que nadie suele reparar, si acaso a la hora de tomar decisiones prácticas en el ámbito familiar, porque hasta no hace mucho tener voz y voto en el pueblo, el sindicato o la cooperativas era casi considerado una excentricidad. Muchas de estas mujeres habitualmente no se reconocen ellas mismas como trabajadoras del campo; simplemente son "ayuda familiar" del marido a la hora de rellenar el papeleo.

La dificultad de encontrar datos estadísticos reales y fiables sobre la situación de la mujer en el medio rural es un claro síntoma de su invisibilidad y además entorpece la búsqueda de soluciones efectivas. Si uno no sabe de dónde sale, resulta difícil estimar cuánto viaje queda y si realmente está avanzando.

 

Trabas para comenzar desde cero

En España solo el 8 % de las mujeres dirige la explotación agraria en la que trabaja. Este dato es indicativo de las trabas que encuentran las mujeres que quieren vivir directamente del campo, nada menos que el ¿30 % de la población agraria?.

Según datos estadísticos recogidos en el estudio denominado "Derechos económicos, sociales y culturales de las mujeres en el medio rural", estas tienen menos tierra en propiedad que los hombres y en la mayoría de los casos sus unidades de producción son más pequeñas. No suelen ser titulares de las explotaciones en las que trabajan y,  aun siéndolo no ejercen de jefas. Por si fuera poco, casi nunca perciben un salario por su trabajo y en muchas ocasiones siquiera están afiliadas a la Seguridad Social (es decir, no tienen derechos laborales). Las que, por muy diversos motivos, están al frente de su explotación tienen un menor acceso a recursos como el agua, insumos, créditos o formación y siguen encontrando barreras infranqueables e invisibles a la hora de participar en igualdad de condiciones en los órganos de toma de decisiones de sindicatos, organizaciones agrarias, comunidades de regantes o cooperativas agrarias. Da la sensación de que su único poder de decisión en el ámbito rural se limitara a las comisiones de educación o festejos.

Una profesional del campo

El número de mujeres titulares y jefas de explotación han ido mejorado poco a poco. Discretamente durante el periodo 2003-2008 y dando un salto cuantitativo en el periodo 2009-2016. Hoy en día en el conjunto de España las mujeres son titulares de un 32,4 % de las explotaciones agrarias.

Por edades, las mayores de 65 años suponen nada menos que el 34,6 % de las titulares y junto con las que tienen entre 55 y 64 años abarcan más de la mitad de las explotaciones a nombre de una mujer. Sin embargo, hay que destacar que el aumento antes citado se da en las jóvenes: las menores de 25 años y las que tienen de 25 a 29 años.

A la hora de tomar decisiones por ejemplo para modernizar una explotación - lo que implica mejorar su rentabilidad, y por tanto su futuro - es importante la titularidad, pero quizás sea más importante su tamaño y su vocación productiva. Considerando que el tamaño medio de las explotaciones de las mujeres es menor que las de los hombres (ellos disponen de 24 ha. de media frente a las 16,02 ha que poseen ellas) no es de extrañar que todavía haya una diferencia significativa entre lo que reciben unos y otras en ayudas de la PAC. Aunque también se va reduciendo esta brecha, en el ejercicio 2017 unas 252.214 mujeres (un 37,8 %) percibieron las ayudas directas frente a 426.705 hombres. El importe de estas ayudas también suele ser, en torno a un 40 %; diferencia que se explica por el tamaño medio de las explotaciones, el reparto de los derechos históricos y la distinta vocación productiva que suelen tener las explotaciones de los hombres, mucho más orientadas a los cultivos extensivos y al ganado mayor.

Es importante ver los datos en un contexto general de crisis estructural del sector, en el que se han cerrado muchas explotaciones agrarias en parte por falta de relevo generacional. Muchos de los factores que explican esta crisis afectan tanto a hombres como a mujeres, pero como hemos visto no parten ambos de la misma base. Ellas lo tienen más difícil para dar el salto e intentar vivir del campo, ya sea como asalariada (hay de media 5 hombres por cada mujer) o a cargo de una explotación. Por tanto, es de justicia reconocerle el mérito a todas estas mujeres que han tomado las riendas.

Ya sean las jefas, las co-jefas o simplemente asalariadas, es fundamental que las mujeres tengan la posibilidad de acceder a un salario propio que aporte independencia y autoestima. Esto será más fácil de conseguir si se establecen precios justos y remuneradores para los trabajadores y trabajadoras del campo - que para eso han salido a la calle - y si políticos y administración cumplen con la tarea que les corresponde.  Por ejemplo revisar categorías como UTAS, UDES, etc., para no penalizar a explotaciones pequeñas, con poco ganado y trabajos diversificados, un modelo donde abundan las mujeres a la hora del acceso a subvenciones. O mejor aún, no conformarse con el goteo de las nuevas incorporaciones al Régimen de titularidad compartida (546 explotaciones desde 2011, 115 durante 2018 gracias al esfuerzo divulgador del Ministerio) ofrecido por una Ley apenas apoyada por las distintas administraciones.  

 

Juntas funcionan mejor

Y a pesar de todos los palos en las ruedas, las mujeres rurales están demostrando que se plantean la agricultura y ganadería como una salida profesional y que las medidas de acción positiva hacia las mujeres han fomentado las altas en el sector. Que existe un caldo de cultivo de mujeres dispuestas a liderar el emprendimiento en el medio rural e incluso a fijar población en la España vaciada. Solo necesitan una serie de medidas multidisciplinares y el reconocimiento de sus derechos económicos y sociales.

Quizás sea un rasgo más femenino, pero mientras llega esa necesaria ayuda de "arriba", las mujeres no se conforman y se reúnen: para compartir experiencias y experiencia, para no estar solas y para conseguir juntas que se escuche su voz más allá de los campos, huertos o pastos de la región donde trabajan día a día. Como dicen en este vídeo de la Confederación de Mujeres del Mundo Rural "CERES" quieren poder seguir viendo el campo como una forma de vida y un medio de vida.

 

 

Antes que nada, conviene aclarar que la normativa considera “jóvenes” agricultores a aquellos con edad comprendida entre los 18 y 40 años; antes eran 35 años, pero la sociedad envejece y en el campo más aún.
Con el fin de año llegan las listas, recopilatorios y repasos varios, y desde “Somos Nuestra Tierra” no vamos a ser menos.
En la actualidad existen ganaderos que han optado por modelos rentables que no pasan por crecer indefinidamente. Y parece que les va bien.