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La “revolución” de los pequeños: ganadería resiliente ( y rentable) para tiempos inciertos

En los últimos años la agricultura y la ganadería europeas se enfrentan a riesgos de distinta naturaleza. El aumento de la volatilidad de los precios de los mercados agrarios amenaza su viabilidad económica. Los cada vez más frecuentes fenómenos meteorológicos extremos complican el trabajo diario y arruinan cualquier planificación. La despoblación rural, los cambios demográficos y de las preferencias de los consumidores obligan a reinventarse continuamente.

Hay un concepto, muy de moda últimamente, que nos puede ayudar a capear con mayor o menor éxito el temporal que se presenta, la famosa resiliencia, tantas veces representada como aquel junco que se dobla, pero siempre sigue en pie. Técnicamente la resiliencia es el conjunto de tres capacidades: robustez, adaptabilidad y transformabilidad. No es necesario tenerlas todas, pero resulta obvio que cuantas más desarrolle el agricultor o ganadero mejor le irá.

La robustez es la habilidad para mantener los niveles deseados de outputs a pesar de las perturbaciones. Esto se traduce en ser capaz de seguir vendiendo bien tu producto, bien por haber aumentado la rentabilidad, por asociarse con otros productores o por ser capaz de resistir como un campeón a base de esfuerzo y dedicación.

La adaptabilidad es la capacidad de ajustarse ante los agentes externos e internos de cambio, de manera que el sistema puede seguir manteniendo sus funciones e incluso desarrollándose. Y para ilustrar este punto, dejadme que os hable de David Solano, ganadero y agricultor en la comarca de Monegros (Huesca) que es buen un ejemplo.

Una crisis como oportunidad

David trabajaba con su padre como agricultor, cultivando cereal, hasta que decidieron montar un cebadero de terneros. Empezaron su andadura comprando pienso a terceros, que suele ser lo habitual, pero la crisis de cereales de 2007, motivada por la irrupción del biodiesel, casi les arruina. Tres años después probaron a fabricar su propio pienso, conscientes de sus limitaciones: no son expertos en formulación ni tienen fácil acceso a un amplio abanico de materias primas con las que fabricar un pienso de calidad, bien equilibrado y ajustado de precio. Pero el salto no les salió mal del todo, partieron de un cebadero de 90 cabezas y ahora tienen 180. Compran terneros de tres semanas de vida procedentes de granjas de leche (frisones y cruzados con otras razas) y los ceban aproximadamente durante un año. Durante ese tiempo hacen una rotación por tandas: cada dos meses se sacrifican treinta añojos y llega otra tanda de terneros a sustituirles.

Cultivar tu propio pienso

La principal fuente de alimento para alimentar a sus animales procede de las 150 ha de tierra agrícola que poseen. Veinte de regadío, en las que cultivan maíz y cebada, y el resto de secano en la que rotan trigo con la asociación veza-avena que se utiliza como forraje, elemento indispensable en la dieta de los rumiantes. Como complemento recurren a un pienso comercial que aporta la proteína (a base de soja) y los minerales necesarios. De esta manera, según nos comenta David, puede controlar y asegurar la parte mayoritaria y por decirlo de alguna manera "más noble" del pienso que son los cereales que aportarán la energía para el crecimiento. Así, actualmente sus terneros tienen una buena ganancia diaria de peso y no sufren problemas de meteorismo.

Poder cultivar gran parte del alimento para tus animales tiene otras ventajas que permiten mejorar un poco los márgenes de explotación. Por ejemplo, en el secado del maíz. Para que este pueda ser almacenado sin problemas tiene que tener una humedad determinada (14%), lo cual se consigue cosechando en el momento justo y preciso o recurriendo a secaderos...que al funcionar con energía incrementan el coste del maíz. Cuando el ganadero cultiva su propio cereal, puede ajustar con más facilidad el momento exacto de la cosecha para obtener un grano listo para moler o almacenar directamente. Por otra parte, al hacer rotaciones con trigo y veza-avena evita la aplicación de herbicidas, otro insumo menos.

Economía circular

Otra medida obvia es utilizar el estiércol para abonar los cultivos, pero, aunque suena bonito, conviene tener en cuenta dos aspectos. Primero: que el estiércol abulta y pesa mucho, por lo que hacen falta camiones o remolques para llevarlo a la finca a abonar. Si la ganadería es pequeña, genera poco estiércol y tiene las tierras cerca, como es el caso de David, resulta viable. Pero a más animales, más residuos generados y habrá que buscar más hectáreas que lo admitan; habrá que buscarlas cada vez más lejos, lo cual supone un importante gasto de combustible y maquinaria que conviene uso de este tipo de abono. Por otra parte, al ser el estiércol de vaca bastante equilibrado en sus nutrientes, resulta perfecto para realizar abonados de fondo que mejoran la calidad y vida del suelo, pero anda escaso del nitrógeno necesario para tener buenas cosechas de trigo.

Libertad e independencia

Es precisamente la disponibilidad de tierras lo que ha permitido a David funcionar de una manera independiente y sortear las fluctuaciones de precios que marca la situación geopolítica actual que todos conocemos. Mirando a su alrededor, muchos de sus vecinos han optado por la fórmula de la integración, que les permitía seguir vinculados a su territorio aún sin disponer de hectáreas. Este modelo de integración requiere alcanzar un tamaño considerable e implica la utilización de formulas de pienso preestablecidas y fabricadas por la empresa integradora, para lograr la máxima rentabilidad posible. Así, aunque algunos ganaderos integrados tenían algo de tierra, no son suficientes como para aprovechar esta sinergia que ahora está dando tranquilidad a los pequeños productores independientes.

Porque efectivamente David no está solo, quedan pocos pero todavía existen productores independientes. Han probado distintas vías para seguir adaptándose, como el ensilado de maíz (planta entera, grano húmedo y pastones) o el cultivo de guisantes para pienso con distinto éxito según las circunstancias de cada uno. David cree hay todavía mucho margen de mejora pero al menos su apuesta le está permitiendo ser capaz de capear este fuerte temporal y seguir manteniéndose en pie.

Nos quedaba por citar el último ingrediente de la resiliencia: la transformabilidad. Esta es la capacidad de crear un nuevo sistema y así restaurar las funciones importantes; algo así como los rebrotes que salen del tronco cuando un árbol sufre una poda demasiado fuerte. En nuestro caso podría verse como un pequeño "cambio de chip" por parte de ganaderos que deciden transformar parte de su fuente de ingresos al vender parte de sus productos a través de canales cortos de comercialización. Esta posibilidad no está libre de trabas burocráticas y otros problemas, pero da más control sobre el precio que obtienen el ganadero por sus productos.

De esta manera, al tener más control sobre los gastos y los ingresos, se consigue consolidar esa independencia. Un aspecto muy valioso dados los bandazos que da la situación geopolítica cuando uno menos se lo espera. Y es que la realidad actual nos recuerda que aunque sigue siendo importante ser rentable, ser autosuficiente puede llegar a convertirse en un salvavidas.

Antes que nada, conviene aclarar que la normativa considera “jóvenes” agricultores a aquellos con edad comprendida entre los 18 y 40 años; antes eran 35 años, pero la sociedad envejece y en el campo más aún.
Con el fin de año llegan las listas, recopilatorios y repasos varios, y desde “Somos Nuestra Tierra” no vamos a ser menos.
En la actualidad existen ganaderos que han optado por modelos rentables que no pasan por crecer indefinidamente. Y parece que les va bien.