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¿Es rentable cultivar girasol en España? Analizamos todas las claves

Dada la previsible escasez de aceite de girasol y de materia prima para alimentación animal de cara a la próxima campaña, la Unión Europea ha reaccionado permitiendo la siembra de barbechos, tanto los destinados a la diversificación de cultivos como los de las superficies de interés ecológico, sin que ello suponga ninguna penalización en el pago verde.

Mientras que la colza tiñe de amarillo los campos de otros países europeos, la principal oleaginosa que da color al paisaje agrario español es el girasol, sobre todo en tierras de secano y como alternativa al cereal según indica el Ministerio de Agricultura. Castilla y León es la comunidad que más superficie tiene dedicada a este cultivo (41%) y la que mayor producción obtiene, seguida por Andalucía y Castilla La Mancha (28% y 22% respectivamente).

Aunque se trata del cultivo industrial que ocupa con diferencia mayor superficie (cerca del 90%), lo cierto es que el área cultivada de girasol lleva disminuyendo de manera continua en los últimos años; en concreto un 9% sobre la media de las últimas cinco campañas. Para la campaña 2021/22 se ha estimado una producción de 771.000 toneladas de semilla y una importación de 480.000 t. En el caso de la torta de girasol, una materia prima directamente utilizada para la elaboración de pienso las proporciones son similares: 609.000 t producidas y 350.000 importadas. 

Según los datos aportados por el "Informe del Consumo de Alimentación" en España 2020 el consumo doméstico de aceite de girasol (184.000 toneladas en ese año) está más que asegurado con la producción nacional. Otro asunto más peliagudo es el uso industrial del aceite de las semillas y la torta de girasol destinada a alimentación animal, de los que necesitamos más cantidad de la que producimos en nuestro país.

Hace mas de dos décadas, el girasol era un cultivo rentable y agronómicamente deseable porque los agricultores recibían buenos precios gracias a las subvenciones de la PAC y los costes de producción eran muy bajos. Las importaciones desde Rusia y Ucrania junto con el aumento imparable de los costes de producción marcaron el declive de la producción española de girasol. La situación que viene arrastrando nuestro medio agrario en general no es muy halagüeña debido entre otros factores a la escalada de precios en insumos esenciales en la actividad agrícola. Y para acabar de complicar las cosas la invasión de Ucrania por parte de Rusia está afectando directamente al funcionamiento de los mercados mundiales de cereales y oleaginosas.

Dada la previsible escasez de aceite de girasol y de materia prima para alimentación animal (que a efectos prácticos es igual de preocupante) de cara a la próxima campaña, la Unión Europea ha reaccionado permitiendo la siembra de barbechos, tanto los destinados a la diversificación de cultivos como los de las superficies de interés ecológico, sin que ello suponga ninguna penalización en el pago verde. El objetivo es aumentar la capacidad de producción agrícola europea y minimizar en lo posible las repercusiones que podría tener el desabastecimiento o un aumento excesivo del precio de los productos obtenidos a partir de este cultivo. De esta manera, la UE anima a los agricultores a optar por este cultivo de verano aprovechando que esta situación ha surgido justo en temporada de siembra de girasol, sobre todo en Castilla -La Mancha y Castilla y León. Otra cosa será que lo consiga, todo dependerá de que los precios sean suficientemente atractivos como retomar este cultivo.

Antes de sembrar, hay que sacar la calculadora

El girasol no es ningún desconocido por los agricultores españoles. Es una planta que podríamos llamar todoterreno, ya que se adapta fácilmente a condiciones de secano o de regadío. Su raíz pivotante que puede llegar a alcanzar hasta los 2 metros de profundidad lo que le permite alcanzar zonas no exploradas por cultivos anteriores. Tiene además unas raíces superficiales capaces de explorar los primeros 30 cm del suelo que le permiten sacar el máximo provecho al terreno donde se cultiva. Si a esta capacidad le añadimos que consigue destruir el ciclo de plagas y otras enfermedades del cereal, resulta fácil entender que sea una especie habitual en la rotación de cultivos, y ya que estamos, un candidato razonable para sembrar en los barbechos esta campaña de verano.

Aunque en secano su rentabilidad está bastante ajustada, puede llegar a resultar interesante por su menor dependencia de insumos agrícolas, particularmente en el contexto actual de poca disponibilidad de agua de riego y de fertilizantes por las nubes. Los costes de este cultivo son menores, tal como nos cuenta José Roales (responsable nacional de cultivos herbáceos de la COAG) desde su tractor, ya que el girasol te permite por ejemplo suprimir pases de arado o la aplicación de ciertos herbicidas. Si el año sale " a derecho", es decir con lluvias suficientes, un secano en la meseta castellana sobre un buen terreno puede rendir 1500-2000kg por hectárea. 

Pero bueno, entre los gajes del oficio del agricultor figura lidiar con la incertidumbre. Y este año toca decidir si interesa aumentar la superficie que ya tuvieran pensado sembrar como cultivo principal (muchos han apostado por las variedades "Alto oleico" de mayor productividad y calidad), si sale a cuenta aprovechar la moratoria para sembrar las tierras en barbecho. O quizás convenga no hacer nada, considerando el pequeño detalle de que las tierras o las declaradas como "de interés ecológico" tienden a ser las menos productivas. Sembrar girasol en un secano "rabioso" donde ni siquiera se alcancen los 1.000 kilos por hectárea, considerando que habrá costes inevitables y que lo mismo se tiene que replantear el trabajo realizado anteriormente en esas superficies lo mismo no resulta muy buena idea. 

En otras palabras, lo que está claro es que los agricultores tendrán que echar cuentas y ver si les compensa. La situación internacional que estamos viviendo puede verse como un viento favorable que conviene aprovechar mientras sople, para poder mantener en marcha y a flote nuestra agricultura. Pero, a largo plazo, para llegar a buen puerto quizás sea necesario aprender a aprovechar todos los vientos, incluso los más desfavorables, para seguir avanzando según el rumbo que hayamos definido.

 

 

 

Antes que nada, conviene aclarar que la normativa considera “jóvenes” agricultores a aquellos con edad comprendida entre los 18 y 40 años; antes eran 35 años, pero la sociedad envejece y en el campo más aún.
Con el fin de año llegan las listas, recopilatorios y repasos varios, y desde “Somos Nuestra Tierra” no vamos a ser menos.
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