Convertirse en agricultor a jornada completa es una decisión importante, más en los tiempos que corren, y es normal querer saber si se ha tomado la decisión acertada. En este sentido la experiencia de Marcos Esteve un agricultor navarro de 24 años es una buena fuente de inspiración, ya que ha demostrado que es perfectamente posible alcanzar un modelo rentable y sostenible gracias a la digitalización. Sin partir además de grandes medios productivos, simplemente aplicando el sentido común, cuestionando continuamente las prácticas habituales y haciendo muchas cuentas.
Marcos es un joven apasionado de las máquinas, estudiante de ingeniería mecánica, lo cual siempre ayuda en esto de la transformación digital. Comenzó ayudando puntualmente a su familia en las labores agrícolas y por diversas razones acabó haciéndose cargo de la explotación familiar en la que se realizaba agricultura biodinámica sobre una gran superficie de forraje y leguminosas. En busca de una mayor rentabilidad se pasó a la agricultura convencional, pero sin dar del todo la espalda a la anterior. Al fin y al cabo, ciertas prácticas biodinámicas realizadas año tras año habían dejado unos suelos muy ricos en materia orgánica.
Marcos no se limitó a cambiar de modelo productivo, para no complicarse excesivamente la vida. Su planteamiento de compatibilizar una agricultura convencional productiva con la reducción de la contaminación ambiental tenía una respuesta: la Agricultura 4.0.
Como muchos pequeños agricultores partía de un tractor y unos aperos normales, sin automatización, ni conectividad o monitorización de la cosecha. Durante casi cinco años ha ido adquiriendo recursos y herramientas tecnológicas que le han permitido ser más preciso y eficiente en las diversas labores; pero lo ha hecho poco a poco, haciendo inversiones ajustadas a lo que realmente iba necesitando en cada momento. Por ejemplo, en vez de comprar el tractor más grande y potente su prioridad era tener uno dotado de sistemas de automatización y telemetría avanzada.
Su manera de trabajar actual se organiza en tres pasos: obtener de datos a partir de diversas fuentes (tractor y aperos, una estación meteorológica propia, un dron multiespectral, análisis de suelos, etc.), procesarlos y analizarlos con ayuda técnica para tomar las decisiones que será posible hacer realidad en el campo gracias a las prestaciones de la nueva maquinaria (autoguiado, diseño de trayectorias óptimas o aplicación muy ajustada de insumos).
La inversión realizada ha ido amortizándose a corto plazo, ya que la propia tecnología ha permitido reducir considerablemente los insumos (una disminución del fitosanitarios en un 85% por ejemplo), aumentar la eficiencia y productividad y por tanto subir los rendimientos en torno al 40%.
Todo este proceso de mejora ha sido posible en gran parte a su formación autodidacta y grandes dosis de prueba y error. Y no le ha evitado mancharse las botas de barro para comprobar a pie de campo si todo funcionaba. Pero este muchacho al que su entorno tildó de loco y atrevido ya tiene planes concretos para el futuro, que pasan por detectar las malas hierbas con el dron, lograr la dosificación variable en siembra y abonado y aumentar el número de sensores climáticos. La experiencia de Marcos demuestra por tanto que la tecnología puede ayudar a los agricultores a reducir la incertidumbre, un elemento/lastre inherente al trabajo del agricultor que tiende disuadir a los menos audaces de hacer mejoras.
Paradójicamente, para que la transformación digital acabe siendo un éxito y se generalice en el campo español el primer requisito es la transformación de las personas que lo trabajan. Hace falta un cambio de mentalidad, de tener la voluntad y acostumbrarse a registrar datos, para posteriormente tomar decisiones basadas en ellos. No es necesario empezar con el ultimo cacharrito del mercado ni abarcar varios frentes a la vez: suele ser más recomendable comenzar con pocos medios, fijar objetivos concretos y según se va adquiriendo experiencia y madurez tecnológica ir apuntando más alto.
Pero, ¿qué avances tecnológicos necesita un agricultor medio? ¿qué escoger dentro de la inmensa oferta ya disponible hoy en día? Una buena aproximación sería aquella que, además de ahorrar costes pueda generar valor y por tanto mantener una relación comercial distinta con los compradores de nuestro producto.
No podemos olvidar que los agricultores son los usuarios finales de las innovaciones tecnológicas; ellos determinarán en último lugar qué están capacitados e interesados en utilizar. En este sentido hay que recalcar dos cosas: en primer lugar es necesaria una mayor oferta formativa, que no se limite a formar ingenieros agrónomos, sino que abarque a un perfil más amplio, como puede ser la Formación Profesional o una formación continua no reglada destinada a agricultores en activo. En segundo lugar, la investigación en nuevas tecnologías debe ir muy ligada a su transferencia al campo.
Para terminar, uno se pregunta si en 2030 los agricultores 4.0 serán la norma? Quizás sea más acertado cuestionarse ¿cuántos agricultores 4.0 tendremos en 2030? Este mundo avanza tan rápido que no resulta aventurado afirmar que el que no empiece ahora no estará aquí dentro de diez años. Pero, ¿y los más jóvenes? Para garantizar su presencia habrá que resolver dos problemas estructurales claves en el futuro de la Agricultura 4.0: el relevo generacional, que sector agrario sea una opción laboral rentable tan válida como cualquier otra, y un acceso a conexiones a Internet de calidad, pues de nada sirve tener un tractor equipado con las últimas tecnologías de gestión de datos si no se dispone cobertura adecuada en el medio rural.
Esta entrada está basada en el webinar organizado por @La_COAG el 20 de abril de 2021 en el que Marcos Esteve contó su experiencia. Se acompañó de una interesante mesa redonda en la que participaron Gonzalo Martín, de Hispatec; Rosa Gallardo, directora de la Etsiam de Córdoba y Javier Romero, responsable de digitalización en la Estación Experimental de BASF.
Puedes ver lel webinar completo aquí: